A María Rodríguez, in memoriam
Paleta de pintor,
tus pupilas se dilatan ante la fulgurante luz
del último arcoíris que trajo la tormenta:
está hecho de la materia de los sueños,
leve conciencia que, presta, se diluye en la tarde
y deja en el aire un perfume de agua de lavanda,
un sabor a cítricos verdes y amarillos,
una sutil caricia de celofán rojo
bajo el que laten, insomnes, los acordes de la nostalgia.
Esa evanescencia nos dejas tras tu paso,
como una colección de sombras y rumores
que sestean en los surtidores de las fuentes
y en el azul de las estelas tras los barcos.
Nosotros no podemos compartir contigo ese viento
que ha surgido de las bocas de los estuarios,
pues es demasiado el volumen que nos liga al suelo,
esa maraña de turba enraizada en el humus.
Apenas intuimos el brillo que este cuadro rezuma,
acostumbrados a ver el mundo con ojos de molusco,
nosotros que admiramos tanto y tanto
la deslumbrante luz de tu mirada.
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