Por nuestro décimo aniversario nos propusimos hacer una cosa muy loca, nosotros que siempre habíamos sido tan serios.
Mi mujer se desnudó en la playa y adoptó la actitud de Venus en el cuadro de Boticcelli, mientras que yo, también en cueros, le insuflaba aliento como si fuera Céfiro poderoso.
Fue un gran aniversario, imborrable.
Nos olvidamos de rogarle a Atenea que nos cubriera con su manto mágico y nos evitara los pequeños inconvenientes de la primavera, los que surgieron inesperadamente de la espuma: el bebé que ahora esperamos se llamará Eneas y tal vez fundará la nueva Roma.