Los primeros días comprobó que
los pies le quedaban muy lejos, allá abajo, que ir hasta el cuarto de baño era una
aventura de miles de esfuerzos, que costaba mucho más estar de pie que tumbado,
que las ideas iban más deprisa que los días en el calendario. Una noche se
asomó a la ventana y vio cómo diluviaba; no pudo evitar emocionarse, como si
fuera la primera vez que oía el palpitar de la lluvia contra los cristales. Por
coacción, se vio arrastrado a caminar hasta la parada del autobús y no pudo
dejar de recontar cada uno de los bancos que había en el trayecto, a los que
casi consideraba su casa, el refugio contra la flojera. Al principio, miraba
más al suelo que al azul inmenso que reinaba en sus días de convalecencia, pero
poco a poco aprendió a soñar y casi a volar: no dejaría pasar un día sin
provecho ni, mucho menos, sin cumplir sus ilusiones de siempre: aprender a
cocinar, pasear un atardecer a orillas del Arno en Florencia, compartir más
tiempo con sus seres queridos y decirles cuánto los amaba…, y ya faltaba menos
para cumplir un año más, otro año más.
Como siempre excelente, Jesús. Y tras la cuarentena, que es otro tipo de convalecencia, me pregunto si aprenderemos a volar o viviremos con miedo mirando más hacia el suelo que hacia el cielo.
ResponderEliminarComo relatos cortos, no tienen precio.
ResponderEliminarComparto tu relato, siempre que volvemos a "la vida", tenemos esos mismos recorridos, esos mismos anhelos, esos mismos bancos en nuestros recorridos y si, luego de un tiempo, todos nuestros sueños de viajar, de volver a soñar, se convierten en realidad !!
ResponderEliminarMuy bonito tu relato que refleja un sentir que muchos hemos vivido. Un beso
Muy bonito, Jesús. Gracias.
ResponderEliminarGracias, Jesús, por este proceso de esperanza.
ResponderEliminarQuerido Jesús, espero y deseo que como tú pareja que soy desde hace veinticinco años, que vivió a tu lado esta larga convalecencia de un proceso que estuvo al borde de quitarte la vida; como compañero emocionado también de tus emociones ante la lluvia en los cristales y tantas otras cosas "habituales". Como el que te "coaccionaba" a ir a la parada del autobús tan cercana, y luego a la del Metro un poco mas lejos para que supieras que algun dia podrias traspasar el torno, descansando de banco en banco, etc., me permita decir que esta "Convalecencia" en relato breve es autobiográfica. Que sabes muy bien de lo que escribes, y que, una vez más, la conviertes en poesía que también eres tú mismo. Me ha emocionado mucho claro
ResponderEliminarCuando tu Alma es la tarjeta de presentación, el Sol brilla con más luz.
ResponderEliminarGracias
De algún modo,Jesús, este relato tuyo podría reflejar lo que muchos de nosotros podemos tener ahora en nuestra mente. "Cuando salga de esto voy a hacer esto y lo de más allá; voy a dar importancia a lo que realmente la tiene; voy a ser más solidario; etcétera, etcétera..." No sé si este confinamiento tiene alguna similitud con una convalecencia pero, fíjate que yo ya me estoy volviendo muy descreída y no creo a los que dicen que superar esta pandemia nos va a convertir en mejores personas. Seguro que no...
ResponderEliminarDe lo que si que estoy convencida es de que eres un buen escritor.
Qué bien sabes reflejar lo que, en alguna ocasión, algunos hemos vivido en un momento de nuestra ida. Un abrazo inmenso.
ResponderEliminarMuy bien reflejada la lentitud de la recuperación, ese ritmo pausado y ese tinte de esperanza final. Cuidaos mucho. Un beso Jesús
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