El ayer son las tardes
de impreciso color sepia.
Bajo su cielo
nostálgico,
los erales pastando por
el pazo,
el aroma agreste de la
hierba fresca,
y su madre, sobre todo
la madre,
envuelta en el turbión
de masa y leche.
El ayer es tierra
adentro,
fuga hacia lo alto.
Hoy la quimera viste un
traje azul marítimo.
Entre sus pliegues, los
bancos de jureles
esperan su sentencia en
nasas ambiciosas
y el océano huele a
lonja,
al salario en forma de
sal,
con su tiranía de vidas
y muertes ahogadas.
Hoy esperan unos ojos
de mujer morena
en la ventana encendida
de un puerto.
Mañana cerrarán sus
ojos verdes en lo oscuro.
Llevará prendido el
perfume esenciado de la madre,
el ámbar sensual de la
mujer del puerto,
y en las retinas, el
perfil perla de los acantilados,
el grito corrosivo de
las gaviotas,
el oleaje sembrado de
ondinas y sirenas,
y el amor del fuego,
que curó las heridas
y le hizo padre, abuelo
luego.
Mañana el mar, con su
perfume de sales
y vidrieras,
embalsamará las redes de su corazón,
y atará el amor de sus
puntos cardinales
al vaivén pleno del
agua en la marea.
¡Qué ganas de reecontrar ese mar que describes,oliendo a lonja!
ResponderEliminarBello,como siempre,Jesús. Menos mal que nos queda la poesía en estos tiempos desesperanzados.
El frescor, de nuevo, de la poesía de Jesús
ResponderEliminarEl perfume del mar
El sabor de la muerte
Un mundo de sensaciones e inmensidad el agua, profundidad, madre naturaleza
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