viernes, 11 de octubre de 2024

Cromatóforo

 

   Tengo la desagradable sensación de que el inspector de policía encargado del asesinato de Margaret Murdock me vigila hoy con más persistencia. Es lo que suele ocurrir a los quince días del crimen: cuando no obtienen pistas y se sienten desconcertados, confían en que seamos los sospechosos los que demos un paso en falso.

   No se me oculta que por las circunstancias soy el principal candidato para el sabueso, así que aprovecho mi experiencia en indiferencia social para no pasar desapercibido. Desarrollo una actividad frenética, confiando en que su estado de acecho se estimule más por el estrés, y le obligo a conducir toda la mañana por una carretera secundaria para darle el gusto de ver cómo me baño en cueros en un lago recóndito. Seguro que pensaba que le llevaba de cabeza al paraje donde aparecería el cadáver y no que le iba a enseñar el culo literalmente.

   Por la tarde, tomo unos perritos calientes en el área de descanso de la autovía, compro unas maletas en unos almacenes y muestro ciertas señales de alarma, como si pensara en salir huyendo. Que se frote las manos, si es tan lerdo. La prioridad de un ser inteligente consiste en marcar, no solo el ritmo, sino también el pensamiento de los demás, para que, cuando crean que te van a dar alcance, tú ya estés de vuelta.

   Dudo si darle un telefonazo por la noche para preguntarle si se lo ha pasado bien, pero puede que le parezca ofensivo, claro. Opto por irme a dormir planificando el día de mañana. Desde que me jubilé y me quedé viudo, este carcamal no se sentía tan acompañado, tan divertido. Le haré morder los viejos huesos de mis canillas hasta que aparezca el asesino, si es que alguna vez lo logran pillar.