lunes, 29 de junio de 2015

Reencuentro



Recorrí más de dos mil ochocientos kilómetros en coche para llegar a las doce de la mañana del día 6 de julio a Pamplona. Podría parecer que huía de algo o de alguien, pero lo cierto es que no quería cumplir los veinticinco años sin alcanzar un sueño: fundirme en rojo y blanco con la ciudad que aprendí a amar en reportajes de viajeros célebres, en bandas de música y en el cine. Viví los encierros en la calle Estafeta, los desayunos de chocolate con churros, el kalimotxo del tendido de sol en la plaza de toros, las noches de borrachera de la parte vieja… Y perdí la noción del tiempo, del mundo, de mi personalidad, hasta el punto de que durante varios días no supe quién era ni dónde había aparcado el coche. Dormía poco y a deshoras; el sitio no importaba y la compañía era tan cambiante como aquella gente con la que compartía las cervezas. No era nadie y, sin embargo, podía alcanzarlo todo tan solo con intentarlo. Cuando la ciudad se deshizo en el postrero pobre de mí, recuperé por fin cierta lucidez: era libre. De ninguna manera llegaría ya a casarme el 10 de julio en Bergen.

jueves, 18 de junio de 2015

La cultura


 Hay días en que uno no gana para disgustos. Se levanta tan contento de la cama, aun habiendo dormido mal, enciende la radio y a partir de ahí todo son malas noticias: que si a fulanita le han imputado por un caso de corrupción, que si no habrá acuerdo para la constitución del nuevo gobierno de la comunidad porque muchos vienen del equipo anterior y están más pringados que el pañal de un bebé, que si van a subir otra vez los precios de la luz, que si los jóvenes siguen abandonando España a la busca de un trabajo digno en cualquier otro lugar del mundo… Lo primero, claro, es calcular cuánta merma supone al raído subsidio de jubilación la nueva tarifa energética y decidir qué lujo, si es que me queda alguno, puedo dejar para no tener que vivir a oscuras, como dicen que subsisten miles de familias en Grecia y algunas aquí mismo. Al no poder prescindir sin serios peligros para mi salud de ninguno de los medicamentos que se llevan una buena parte de mi peculio, esta vez será el café, uno de mis últimos amigos, el que más me anima, el que caerá en esta batalla contra la miseria. Tantos años trabajando de sol a sol para levantar el país y ahora me toca luchar contra las aves de rapiña que, poco a poco y sin guerra civil, están asolando la patria y destruyendo cínicamente a sus habitantes. Me siento víctima de una guerra subrepticia que el gobierno, claro, siempre negará.

Por la tarde y para olvidar, me voy un rato al casino. No tengo la cabeza ya para jugar al dominó, por lo que me siento un rato a ver cómo se desenvuelven otros y la cara que se les queda cuando no pueden endosar el seis doble. Estoy a gusto porque, afortunadamente, ya no se puede fumar en la sala de juegos y gracias a esa ley el casino poco a poco ha dejado de oler a humedad y a humo rancio. El que quiera fumar, puede salirse un rato a la calle y darle allí al vicio, que hace falta ser idiota, me digo, para quemarse la salud mientras el gobierno saquea las carteras de los enganchados a la nicotina. ¡Vaya ruina de droga legal! En el casino se está bien: en invierno tienen una buena calefacción, organizan charlas y hasta nos dan algunos regalos promocionales. El año pasado, sin ir más lejos, hubo un mes en que nos llevamos a casa maquinillas de afeitar, pañales, desodorantes, latas de fabada de las de abrir y calentar, y hasta participaciones de lotería por asistir a una charla sobre la Thermomix. No nos tocó ni el reintegro, pero esa semana tuvimos al menos una ilusión.
Con el tiempo y la costumbre, es la verdad, me he hecho un especialista en muestras gratuitas y regalos promocionales. Se ahorra mucho dinero con un poco de imaginación y algo de jeta. Lo mejor es lo de asistir a las inauguraciones de exposiciones: quedo con un par de viudas que no se pierden ninguna y, juntos los tres, como si fuéramos expertos compradores, nos presentamos en la muestra con la mejor de las devociones; con una actitud casi mística, ensalzamos los cuadros, que casi siempre son de manchurrones de lo más colorido o de paisajes cursis, caballos de color canela y mujeres desnudas que no se sabe hacia dónde miran. Nosotros, en cambio, no le quitamos ojo al catering y generalmente nos vamos a casa cenados y satisfechos. Alguna vez hasta dando algún traspiés por causa del tinto.
Esta tarde, en el casino, hacia las siete, se presenta un libro de poesía que ha publicado la concejala de asuntos sociales. Creo que viene acompañada del editor, con el que algunos dicen que tiene un lío, y del presidente de la asociación de escritores del municipio, con el que se rumorea que también tiene un affaire. Oficiará de maestro de ceremonias el presidente del casino, a la sazón también ex marido de la poetisa. Me han dicho que son poemas de amor la mar de irreales, llenos de amor puro y limpios de polvo y paja, que no tienen nada que ver con el mundo que sufro a diario y que está lleno de traiciones, facturas y embargos. Pero al final, me animo, me voy a dar un homenaje de tortilla de patatas y canapés de jamón. ¡Viva la cultura!

lunes, 1 de junio de 2015

Espejo




    Al terminar el capítulo siento un dèjá vu. Me ha parecido que viajo solo en el vagón de cercanías. Me levanto para comprobarlo: en el asiento de detrás encuentro a un único usuario, muy joven, que lee concentrado “Extraños en un tren”. Curiosamente es el mismo que voy releyendo. No tardo en comprender que el chico soy yo mismo, hace muchos años, cuando compré la novela que ahora en mis manos aparece gastada por el tiempo. ¿Y si le informara de todo? Cuando me arrepiento, no me da tiempo suficiente para sustraerme a su mirada perspicaz. Estoy perdido.

(Microrrelato finalista en el II Certamen Solidario de Microrrelatos Ciudad de Redován 2015).