martes, 25 de septiembre de 2012

¡Vuela!

   

    El 10 de octubre se presentará en Rivas Vaciamadrid el libro de relatos "Rivas, una mirada escrita" que se compone íntegramente de historias compuestas por escritores de Rivas y que muestra la ciudad como un inmenso edificio de ajedrez. Rivas avanza como un peón o una reina en su arquitectura poliédrica. La ciudad fotografía a sus escritores y pone su rúbrica de blanco y negro en la mirada. Queda la imagen de su memoria en la retina de sus parques, en las piedras solitarias, en los caminos de asfalto, en las voces que corren detrás del viento.




   Participo en el volumen con un cuento que lleva como título "¡Vuela!" y que da fe de la indignación ante estos tiempos de especulación salvaje que estamos sufriendo la gran mayoría de los ciudadanos.

   
La presentacion está abierta a todo el público y tendrá lugar en la Sala Polivalente del Centro Cultural  Federico García Lorca a las ocho de la tarde.

    Será un placer contar con vuestra presencia para compartir la visión de la ciudad moderna.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La gafe

  
   Tengo una amiga que es gafe. Muy gafe. Ella y su marido lo niegan con una insistencia rabiosa, pero no hay cosa que le salga nunca bien: se va a La Mancha a pasar un par de días tranquilos y le cae un diluvio que le anega hasta las meninges; se queda en casa por aquello de no gastar y destroza la instalación eléctrica al tostar el pan del desayuno; proyecta ir a la finca de unos conocidos para hacerles una visita y justo ese día tienen la casa llena de primos, sobrinos y demás familia… Para mí, lo bueno de tener una amiga gafe es que mi vida siempre parece mucho mejor si la comparo con la suya, y mi autoestima sube como la espuma en cuanto la telefoneo, la trato o la acompaño: un día se le ha muerto el canario, otro descubre para su horror que tiene un tic en el ojo izquierdo, al siguiente a su esposo no le funciona ya ni la Viagra…
   En una ocasión la animé a que se apuntara conmigo a unas clases de baile:
   -Un poco de ejercicio te vendría bien: te fortalecería las piernas, mejorarías la circulación sanguínea y hasta podría ser que tu mejora física propiciase algún cambio a mejor en tu vida…
   Pero yo pensaba que ni el calvo de la última fila que siempre hay en las clases de aerobic le iba a mirar el trasero ni cuando se cayera al suelo porque se había roto la tibia en un escorzo imposible. Y del monitor, ni pensarlo: yo tendría una oportunidad entre mil de acostarme con él pero mi amiga tendría que conformarse con soñar con sus huesos mientras estuviera convaleciente, pierna escayolada en ristre, en la cama del hospital. Es el destino implacable que tienen las gafes, ya se sabe.
   -No sé por qué te hice caso y me apunté al gimnasio. Fíjate cómo tengo la pierna y lo peor es que me quedan aún dos meses de escayola y uno de rehabilitación. Y tú, cada día más guapa y más delgada. No sé, te noto algo raro, como si estuvieras más contenta…
   Como para decirle a ella y al sonso de su marido lo mucho que me había acercado al monitor de aerobic la desgracia de la gafe: el muchacho se había sentido un tanto culpable, yo le había invitado a un par de gin-fizz y le había consolado larga y tendida de aquellos pensamientos perturbadores que tanto le reconcomían. Como para no recuperar la alegría de vivir…
   -No te preocupes. En cuanto estés bien, por el mes de noviembre, compraremos unas flores por Todos los Santos y las llevaremos andando al cementerio. Ya verás qué bien te vas a encontrar para entonces…
   Dicho y hecho: no la llamé hasta finales de octubre, cuando ya se encontraba mucho mejor de la pierna. Había cogido la primera gripe y el lumbago le masacraba el ánimo, pero la tibia estaba ya casi perfecta.
  -¡Cómo me alegro! A lo mejor podríamos quedar para el próximo martes y comprar unas dalias para poner en las tumbas del cementerio. Si te apetece…
  Se lo iba a pensar. Que me llamaba en un par de días y me decía algo. Y yo, claro, no me podía creer que no hubiera aceptado inmediatamente, con lo sola que estaba y lo bien que le venía la compañía. ¿Con quién iba a criticar, si no, a su marido? ¿Y con quién podría compartir mejor las desgracias de la mala suerte? Si yo era su pañuelo de lágrimas, la tenaz recogedora de sus pedazos rotos…
   Como pasaban los días y no me llamaba, y yo echaba de menos sus historias aciagas y su mala cara al contarlas, volví a llamarla:
   -Lo siento, pero he tenido roto el teléfono, no me funcionaba el ADSL de internet y me robaron el móvil en el rellano de la escalera. No me he podido poner en contacto contigo porque me han pasado muchas cosas estos días y estoy un poco desmotivada…
  -Pero eso se te pasa en cuanto nos vayamos a hacer unas compras y nos dediquemos una buena conversación, ya verás, ya…
   -Mejor que no, de verdad. Es que mi marido y yo hemos llegado a la conclusión de que todo lo malo que nos pasa tiene que ver contigo y creemos que eres gafe… Mejor, si ya no nos vemos más…