Lo que me gusta, ahora que ya he perdido las tontas ilusiones
juveniles, es estar de vacaciones, mano sobre mano, sin hacer nada,
tomándome unas cañitas con calamares mientras miro al horizonte y no se
atisba novedad alguna. Si además ese tiempo libre puede ser en verano y
puedo aposentar mis reales en un lugar cercano a la playa, una que no
esté atestada de gente jugando con niños, palas y frisbies, eso puede
parecerse mucho al paraíso. Claro que no estoy hablando de Benidorm, la
Manga del Mar Menor ni de Oropesa del Mar, lugares todos ellos que
desgraciadamente me parecen el colmo de la chabacanería y lo cursi, eso
tan español del quiero y no puedo, la apoteosis del mal gusto, la guerra
por la croqueta revenida en los bufés de los hoteles con pensión
completa… Que uno se va de vacaciones a descansar del mundanal ruido, no
a sumergirse en él como si viviera en un primer piso exterior de la
Gran Vía madrileña.
Me dirán entonces que lo mejor será quedarse en casa, porque no hay en
nuestro litoral un metro cuadrado libre de la consabida sombrilla
madrugadora, la familia con nevera que se reparte gazpacho y tortilla de
patata, el abuelito que ronca como un leñador tumbado sobre la toalla
de Frozen y la santa que discute con su maromo porque les mira los
pechos libres y erectos a las nórdicas desatadas. Es lógico que a
ustedes les falte fe, al fin y al cabo viven, vivimos todos nosotros, en
un país que se ha acostumbrado a sostener a políticos corruptos,
banqueros vividores, artistas mediocres y periodistas domesticados:
cuando se consiente tanta mugre, es normal que la porquería se instale
en cada rincón de la patria, incluida la playa, que es el experimento
sociológico donde se tira a los pobres y los venidos a menos todos los
veranos para ver cuánto más son capaces de tragar sin soliviantarse.
Pero no se olviden ustedes de que quedan esos pocos sitios exclusivos
donde se atracan yates fabulosos, se come marisco de primera y se liga
con jóvenes de extrema perfección sin que llegue hasta allí el olor a
ajo o a Nivea: esos son los sitios que me gustan y a ellos pertenezco
por devoción, lo merezca o no, que eso no lo tiene nadie en cuenta
mientras se descorcha el champán de marca y se reparten rayas.
No obstante, mi pasión es el submarinismo y a eso dedico todo el
tiempo que puedo. Hay algo emocionante en conducir el yate hasta una
isla tan pequeña como remota, atracar en sus aguas frías y solitarias, y
zambullirse en ese mundo olvidado para pasar allí las horas muertas. En
el momento en que caes al agua y comienzas a deslizarte hacia abajo,
mecido por las corrientes, comienzas a ver el espectáculo de algas,
peces y esponjas, y esa quietud, ese silencio, te transporta a una
suerte de paz universal. Un azul delirante, unas luces secretas. Todo
envuelto en una silenciosa cadencia, donde no tienen sentido la
invención de la radio, el entretenimiento de los programas televisivos,
la vibración del teléfono móvil avisando de la llegada de un mensaje de
whatsapp… Ser consciente de que respirar, despacio y profundamente, es
vivir, vivir con plenitud, como lo hacen los tiburones martillo, los
atunes rojos y los gobios, es quizá lo más gratificante de la inmersión,
que acaba, claro, cuando la prudencia avisa de que el oxígeno se agota y
hay que regresar a ese mundo exterior de ruido y guerra, a la
inconsciencia pesada de los seres terrenales.
Mi espíritu pertenece al mar, a su silencio, y no a este siglo agitado
por el ruido tecnológico y la necesidad de no sentirse nunca solo: si
se le quitara a esta humanidad entretenida ese contacto falso de las
redes sociales y se la dejara sin sus series favoritas, sin sus
canciones enlatadas, sin sus juegos estúpidos de frutas que estallan
entre luces y puntos, es posible que, de repente, se sorprendiera porque
todavía trinan los pájaros en sus ramas, suena el viento en las hojas
de los plátanos y a lo lejos, muy a lo lejos, donde dicen que Alfonsina
Storni sigue recitando sus versos, allá lejos, se oye cantar al mar.
Te sigo siguiendo.... y sabes que me encanta..... Abrazo grande
ResponderEliminarmuy evocador, muy lindo, jesus, gracias por compartirlo conmigo. un abrazo.
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