domingo, 28 de agosto de 2016

Los que bailaban


Los que bailaban yacen bajo la colina.

Algunos delincuentes han cartografiado la ciudad
y la han llenado de líneas y de puntos,
donde, dicen, se puede robar mejor
a los incautos.
Y hemos caído en sus redes,
con la misma facilidad que los tranvías
nos hurtan el sonrojo.

Es inevitable dejarse matar al pie de las estatuas.

¿Acaso tú podrías dibujar mejor esta cuadrícula,
superar su magnífica geometría,
y evitar que las niñas buenas se suiciden
arrojándose a los pozos?

Siempre fue el amor un accidente enojoso.
Algo que ocultar a la familia del muerto.
Un asunto turbio
que pasará al olvido si no se mienta demasiado.

Pero el mar se fabrica sus propias pesadillas
y acaba por levantarse insomne.
¿Qué era yo antes de ser esta muerte?
¿Acaso no bailaba un pentagrama mojado
con los pies desnudos?
Y en su busca
              qué nostalgia no habré de sentir
              ahora que estoy roto en la ribera,
trepa por los cipreses de Monsanto
para asomarse al parque de Placeres:

y me roe las tabas
insaciable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario