jueves, 22 de agosto de 2013

El fantasma

A Jaime Sebastián

   


 El niño, de la mano de su abuelo, se acomoda en el asiento de delante y se dedica a mirar a dos hombres negros, perdón, ya sé que debería decir de color, o afroamericanos, o algo semejante, pero lo cierto es que el niño los mira porque son negros, le parecen raros y es lo más interesante que ve después de todo una interminable mañana en el cole. Bueno, es lo más interesante que ve después del moco que acaba de sacarse y que está a punto de comerse cuando su abuelo le atiza un manotazo y el séptimo pasajero sale disparado al cristal de salida de emergencia, un moco listo pienso automáticamente, pero luego soy consciente de la idiotez que se me ha pasado por la cabeza y me siento infeliz por un segundo, un segundo fugaz, porque el niño, perdido el moco y el interés por las minorías étnicas, me está mirando a mí, con la misma curiosidad indecente de la que ya ha hecho gala antes. No soy de los que confraternizan con los mocosos, porque sé por experiencia propia lo pesados que se ponen si les das confianza, que lo mismo te vomitan encima que te impregnan de un asqueroso e inconfundible eau de la merde, pero tampoco he desarrollado la imprescindible virtud de la total indiferencia y el imberbe lo nota, lo aprovecha y me echa un pulso verbal:
   -Pero, pero, a ver cómo lo digo, había uno en la luna, muy blanco, y bajaba, bajaba hasta la tierra, de golpe, zas, y era muy feo y daba un susto, y con sus manos tiraba rayos desde las nubes, zas, zas.
   Me mira preocupado, como esperando una opinión certera sobre su interesante disertación acerca de la fealdad del mundo, pero, antes de que pueda decirle dos frescas y aterrorizarle más, por muy pocos segundos de antelación, tercia su querido abuelito y le cuenta a una búlgara muy receptiva que el chico duerme mal porque vio hace unas lunas una película de ataque alienígena y destrucción de la tierra, y ahora no para de mirar al cielo y hablar de fantasmas.
   -Es que es muy influenciable el angelito. Cuántas veces te he dicho que los fantasmas no existen y que solo son inventos de la televisión… Y tú dale que dale con tus fantasías y tus miedos. Así que tranquilito, que no va a pasar nada.
   El niño no parece muy convencido. De hecho vuelve a mirar al cielo, fija su atención en una nube y da signos de una gran desconfianza hacia los habitantes del espacio exterior. Me mira otra vez y vuelve a retarme con sus argucias verbales:
  -Pe, pero, en el cielo hay nubes, y los fantasmas estaban escondidos detrás, y luego salían con sus naves y lanzaban rayos, zas, y uno era feísimo, muy raro, y quemaba las casas de la gente con fuegos y tiros, zas zas.
   Llegado a este punto, el niño se queda callado y mirándome con atención, como si yo tuviera que entender su obsesión televisiva y psicoanalizarle a tan tierna edad, pero lo cierto es que no quiero entender nada de lo que me cuenta, y me parece una víctima más, fuera de horario, de la guerra de los mundos de Wells. Podría tranquilizarlo, pero no me da la gana, que la verdad verdadera de este asunto es que a esta influenciable criatura le han dejado ver la tele cuando no debía hacerlo y su trauma se lo debe a sus padres y cuidadores, no al sistema en sí, que si le dejan ver, por ejemplo, las noticias de economía y llega a salir De Guindos a lo mejor ya no tendría remedio de por vida, y no digo nada si se llega a topar con la Cospedal, un shock tóxico le hubiera diezmado las neuronas dejándole una capacidad mental del diez por ciento, así que pienso que ha tenido suerte y no está tan mal para la desgracia que pudiera haber sido. Vocalizando bien, para que me entienda a la primera, le digo bajito, como si fuera un secreto, que hay más fantasmas fuera de la tele que dentro, y para demostrárselo le saco la lengua y, zas, desaparezco.

2 comentarios:

  1. ¡Mira que si llega a preguntar, qué significa,en diferido! (en el caso que viera y escuchara a la Cospedal) ¡de buena se ha librado el angelito,y lo peor,haber tenido que explicárselo...

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  2. Ja,ja,ja ¡Que pena no haberle recomendado al púbere mocoso los guardase todos en una caja y los fuese pegando en los plasmas, según que mañanas, tardes o noche hasta ver si tapa lo que ellos no consigue.
    Lo que se ve también es que no le asustan las brujas,porque si no el pobre es que ya no tendría fuerza ni para mirar la tele.
    ¡Y que afortunado en la concentración del perfume de merde si solo era de "eau", yo vivo rodeado de "essence" o extracto, o sea "merde intense" ¡Y lo malo es que no son los niños quienes la difunden....
    Iróncio, ácido y bonito, como siempre.

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