No sé muy bien cómo pasó, lo
cierto es que tengo una nebulosa al respecto en mi cabeza, una nebulosa de
largos brazos y colores delirantes que me hace naufragar en aquellos tiempos de
entonces; me podría inventar por completo mis cuarenta años anteriores y
seguramente no lo notaría nadie, y el primero yo, que para eso soy el afectado
máximo. Me dice el psiquiatra, pobre, que en casos como el mío el paciente huye
de un pasado traumático, de un revés doloroso que le ha afectado hasta lo más
profundo de las meninges y que, en ocasiones, tal vez mi caso, nunca se sepa
con certeza el origen del problema: que si un desamor, que si la pérdida de un
ser querido, o la extrema lucidez que lleva a la total desconfianza en el ser
humano, todo eso, o quizás algo más inconfesable y secreto, puede llevar a una
depresión sin fondo y a una negación absoluta del ego. Y yo qué sé le digo, si
no me acuerdo de nada de nada.
Mi primer recuerdo después del desconocido hecho traumante es el de
haberme conectado a internet y haber aceptado la invitación de una desconocida
a una aplicación de Facebook con un nombre estrafalario en inglés que ni
siquiera podía traducir, pero que llevaba un dibujo tan gracioso, pero tan gracioso,
que no me pude resistir. Detrás de aquella florecilla amarilla y sus dos
hojitas verdes latía un mundo misterioso que no tardó en convertirse en un
paraíso; si al principio mi terreno estaba yermo y desolado, poco a poco fui
comprando semillas, plantitas, abonos y utensilios de labranza, hasta una noria
y un burro, óigalo bien, para sacar el agua del pozo, hasta que conseguí tener
un campo feraz y generoso en el que crecían las zanahorias, las coles de
Bruselas, el panizo y unos melocotones que parecían melones. Si es cierto que
me pasaba el día entero atendiendo mi hacienda, también lo es que en solo un
año conseguí una cosecha espectacular y que pude adquirir nuevas tierras, plantaciones
de frutas exóticas y abonos súper-especializados.
Me disponía a organizar con lógica cartesiana mis nuevas propiedades
cuando tuve un revés muy serio: entró la policía en mi casa con una orden
judicial para saber por qué los vecinos no me habían visto en meses y de mi
casa salía un olor asqueroso. Me cogieron entre todos, llamaron a una
ambulancia y me internaron en un hospital, donde, según dicen, pudieron
comprobar que era humano y que lo mío no tenía remedio. Me pasaba las noches
suplicando que me dejaran un ordenador para atender un poco mis guanábanas y
mis lichis, no se me fuera a perder la cosecha entera y algún aprovechado se
quedara por medios dudosos lo que tanto sudor me había costado alcanzar. Pero
todo era en vano: en vez de dejarme una conexión a la red, me daban pastillas
de colores y me hacían dormir por la fuerza.
El día del alta médica fue para mí un verdadero suplicio; no sabía quién
era, no sabía dónde estaba mi casa y no le preocupaba a nadie, pero fue
encontrar un cibercafé y llegó el acabose: algún listo había suplantado mi
cuenta de Facebook y se había apropiado de todo lo mío aprovechándose de mi
estancia en el hospital, de modo que perdí en un solo instante la granja, las
tierras, el derecho de aguas y el remanente que guardaba para una emergencia en
los establos nuevos, que ni un caballo pude llegar a meter en él con semejante
expolio. Fue en vano que tratara de recuperar mi nombre y mi contraseña, pues
yo ya no era adamfortrees13 y no me funcionaba la clave de antes. Convencido de
que nunca nada volvería a ser igual, decidí tomarme una dosis letal de aquellas
pastillas que servían para dormir y, buscando las instrucciones para no errar
el intento, encontré en la red una aplicación de química para aficionados:
desde entonces ya he montado un laboratorio, un par de hornos, una alacena con
llave para los productos tóxicos y ya tengo encargada la extracción de toda una
mina para dedicarme a producir oro de forma industrial. Mi vida nebulosa, por
fin, vuelve a tener sentido.
Que desolador! Me gusta mucho, un abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno adamfortress13. Como siempre destilando fina ironía y ácida crítica. Eres un crack. Si pierdes de nuevo el laboratorio, inténtalo con una granja de pollos o una agencia de viajes, que eso mola.
ResponderEliminarUn abrazo.
AGV
Qué pesada es la gente… en cuanto ven que uno prospera un poco, no tienes tiempo de escucharles y dejan de verte unos, son capaces movilizar a todas las fuerzas vivas con el invento de que de tu casa sale olor a muerto… lo peor es, que si consiguen sacarte de casa, estás perdido ¡son como buitres…! Menos mal que tiene recursos y parece un emprendedor nato, aunque sea virtual… que bien pensado y como están los tiempos, es la única forma de ser empresario y no arruinarte en el intento…
ResponderEliminarMe ha gustado mucho esta crítica cargada de ironía a los “enganchados” entre los que me incluyo en algún momento…
jajajajaa, buenisismo,buenisimo!,hay tantos adamfortress13 tan cerca de nosotros!!!!
ResponderEliminargenial, he disfrutado leyendote,un abrazo muy fuerte
Relato breve excelente, original y actual, no sé dónde nos llevarán las nuevas tecnologías, pero sin lugar a dudas consiguen algo muy importante, la comunicación desde la soledad. Enhorabuena.
ResponderEliminarEl mejor ratito en muchos días. Me ha encantado leerte. Ah! y me apunto contigo a lo del oro, o a lo de los viajes,como dice Alfonso...Hasta a los pollos!!Un beso fortísimo.
ResponderEliminarBegoña
Muy bueno tu relayo. Buena imaginación, buen final, y buena crítica con su dosis de ironía a redes.
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