De vez en cuando me pasan cosas muy raras, rarísimas. Miren si no. Me
levanto un día cualquiera y me dirijo a la cocina para tomarme un kiwi, cuando
soy consciente de que no estoy en mi casa. Lo que tengo por delante es un
inmenso pasillo que desemboca en unas escaleras de madera, todo lleno de fotos
de gente que no conozco y de cuadros caros y muy coloristas. No tardo en darme
cuenta de que estoy en una mansión de esas que acostumbro a ver en los documentales
de las grandes praderas y siento horror, que yo apenas he salido de la gran
ciudad cuatro veces contadas y solo para que me picaran frenéticos los
mosquitos.
Si tuviera tiempo, me pararía a pensar, a pellizcarme las carnes hasta
hacerme moratones, pero no lo tengo, que hay una familia allá abajo sentada a
la mesa y esperando a que aparezca para desayunar conmigo. Llevo una bata de
seda de grandes flores sobre el salto de cama que no me disgusta del todo. Bajo
como la protagonista de “El crepúsculo de los dioses” por la escalera,
provocando risitas y grititos de admiración, que no sé si son de burla. Mi
sonrisa se congela cuando paso por delante de un espejo gigantesco y yo ya no
soy yo: soy esa adorable y anciana actriz conocida como Meryl Streep. De golpe
y porrazo, sin advertencia previa, me he convertido en ella.
Mientras como huevos revueltos ecológicos y me hincho a café solo para
ver si despierto de la pesadilla cinematográfica, pienso en los pasos que daré
para evitar que me maten, que la suplantación de actriz muy nominada a los
Óscar está altamente penada por ley, más si se lleva su bata de casa y se ha
dormido la noche de antes con su marido. Digo que no quiero que me pasen el
teléfono ni siquiera si llama mi representante y que me quiero tomar el día
libre para depilarme las piernas, pero no debo de resultar muy convincente
porque todos se ríen como locos, sobre todo cuando les empiezo a mostrar los
pelos. La verdad, es que no sé por qué se desternillan tanto, y decido cambiar
de planes y reírme también. A ver qué me proponen estos graciosos…
Para cuando ya no puedo tragar más huevos revueltos ni un sorbo más de
café tengo clara la agenda del día y mis múltiples obligaciones: echarles de
comer a las vacas, a los cerdos y a las gallinas. Y, si me diera tiempo,
recoger los huevos de ganso. Solo al final de la tarde, tengo un ratito libre
para estudiar un guion sobre una espía internacional que interfiere en la conquista
del mundo por parte de un clan chino. Del campo con olores nauseabundos a la
gran alfombra vestida por Dior y en tan solo doce horas, qué gran plan.
No me podía yo imaginar que Meryl Streep sudase tanto, ni que tuviera un
golondrino en la axila derecha. Mucho menos aún que aguantase la peste de los
establos con tanto glamour y saber estar divina. Si por mí fuera, habría
mandado todo este estiércol de la gran pradera a donde ya se imaginan hace mucho
tiempo, pero, claro, ahora soy la Streep y si nada lo remedia acabaré por
recoger los huevos y estudiarme a la provecta matahari.
A la hora de comer, solo me dan un sándwich de pepino y un té, que estoy
muy gorda me dicen y me he inflado a huevos revueltos por la mañana. ¡Qué
hambre, Dios mío! Con la de mierda que he limpiado en los cobertizos y solo me
dan un asqueroso tentempié de pepino… Cuando pienso que tengo que caber en el
traje de Dior para la peli, me da un coraje tal que me cargaría con una
escopeta a todos los modistos de la Gran Francia.
Obnubilada por el papel de la espía buscona entrada en años que me han
ofrecido para rodar con mi admirado Harrison Ford, me quedo dormida mientras me
miro la mierdecilla que se me ha quedado en las uñas de las manos desde esta
mañana. Al despertar, tengo un hambre atroz, pero ya no soy Meryl Streep ni
estoy en su casa: debajo de la túnica solo estoy yo, Antony Hegarty, con mi
vida aburrida y exenta de glamour.
Pobre Antony.....pues la soñó mal,primero por que no es anciana,y es encantadora , cercanisima y entrañable...
ResponderEliminarLo de los establos no se yo....,
desde luego fantasía arroyadora,lo que mas me ha gustado es lo del crepúsculo de los Dioses...
Excelente sebtido del humor y gran agudeza, me he divertido mucho, y también me he acordado que mio madre, ante la lo fan que me veía en la niñez, en incluso lo mitómano en la adolescencia, me dio un consejo para equilibrar a mis divos y divas, que consistía en imaginarmelos siempre haciendo caca, y que ya vería como asé resultaban más cercanos ¡no sé que decirte! En todo caso es en esos momentos en los que es mejor que sean lejanos, ja, ja,ja.
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