sábado, 14 de enero de 2012

Las grietas del barro

Como cuando aún éramos jóvenes
y nos extrañaba tanto el color del mar
en los días cenizosos del invierno,
hoy ha vuelto el viento del sur
para aventar con furia los rescoldos.

Leía yo en la galería de poniente
un vetusto volumen de cuentos de amor,
frías las manos y el corazón ardiendo,
cuando un súbito golpe ha fragmentado
en pedazos de barro el tiesto de la entrada;
ha sido volver la página, inesperadamente,
y encontrar entre las hojas tu lisura,
y sentir un latigazo impío en la espina dorsal
ante el seco jazmín venido de tus manos.

Y he recordado, como quien sueña abril,
aquella tarde de golondrinas galantes
en la que fuiste recolectando hibiscos, jazmines,
buganvillas, para ornarte el cabello
mientras pasábamos junto a la playa.
Una de aquellas flores, quizá la más bravía,
la que resistió a mis besos sin caer al suelo
y llegó hasta casa tras la venida de la aurora,
fue la que tú guardaste como prenda de amor
entre las aguas solemnes de este libro.

En esta tarde de lejanísimos recuerdos,
donde se rompen al unísono
las macetas que un día fueron tuyas
y este corazón que aún te pertenece,
miro a lo lejos, como si fuera un ciego,
como si el viento del sur que rompió el molde
pudiera todavía empujarte a ti hasta la casa.

Y lejos de verte traspasar el umbral,
haciendo momos por los trocitos de cerámica
y con esa risa tuya que perdonaba al diablo,
veo tu ausencia antigua en la cristalera
y mi mirada triste reflejada en las hojas.

¿Por qué no regresas, dueña de tus dominios,
a poner en tu pelo el jazmín que te ofrezco?
¿Tanto cuesta restañar las grietas del barro?

Te ofrezco estas letras a cambio de tu risa.

Pero no hay conjuro para mis padecimientos
ni conozco los secretos arcanos del ábrego.

Fuera capaz de recomponer las piezas,
juntar en un mosaico tus fotos perdidas,
rehacer la forma de tu peso en la cama,
y tú volvieras, como por sortilegio cómplice,
a mirarme una vez más desde el baño,
dejando correr el rencor por los sumideros.

Tomo el jazmín entre mis dedos,
delicadamente para que no se rompa
en su fragilidad de venas y de aire,
y trato de revivirlo con mi aliento,
humedecerlo con estos labios
que tantas veces nacieron de tu boca.

Con el conjuro de las palabras del libro,
con la mixtura de la flor y del agua
en el montoncito de los pedazos del tiesto,
barro somos y en barro nos convertiremos,
me asomo a la galería con el corazón roto
y le grito al viento tu nombre,
para que te lleve este mensaje de lluvia.

Acaso si esta tarde el viento te levanta las faldas
o si te moja el súbito chaparrón del ocaso,
tú sepas que soy yo quien te llama
y se cobija helado junto al lunar de tu pecho.
Que sigo estando en donde me dejaste.
Que sigo siendo el jazmín en tus labios.



 2º Premio del XX Certamen Nacional Poético (Villarrobledo 2010)

3 comentarios:

  1. Qué bien Jesús que tengas un blog, así puedo leerte más a menudo. Un beso grande, Rocío

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  2. El amor que fué una vez, deja estelas inborrables en el corazón.Precioso poema. Un abrazo Jesús.

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